Reflexiones del Camino de
Santiago:
El camino me gusto por muchas
cosas, yo diría que no tengo casi espacio para numerarlas.
Todavía siento la libertad que
permite decir lo que te apetece sin reparar en los convencionalismos, sin
pensar si será o no será políticamente correcto. En esto también ayuda la compañía y los desayunos de pan gallego con aceite, tomate y Jamón Ibérico ó Duroc (ya os hablare de esto).
Te sientes libre al caminar,
coincides en ello con gente de diferentes países, idiomas, en una misma dirección
Santiago, te agrada conocer gente, pueblos, recorrer paisajes despacio
caminando a tu ritmo, porque tienes ganas desde por la mañana de sentir, de
vivir, de compartir y ser solidario, es un camino en el que no regalas abrazos
pero si multitud de sonrisas, te dicen animadamente “buenos días” sin conocerte, sin saber si eres de su país o
si les vas a entender, al igual que tú, cuando ya llevas las primeras horas
caminando te das cuenta de que el saludo es “Buen camino” de que lo único que
deseas es hacerlo tú también y allí no cuenta tener piso, coche, trabajo,
pareja… lo único que importa son tus pies, tu corazón, tu cabeza y el gusto que
da sonreír sin pensar en nada más que en tu meta, la de todos.
Allí eres tú y solo tú, nadie te
pregunta por lo que tienes o dejas de tener, solo te preguntan dónde empezaste
y que tal el camino de ayer.
El camino me gusta por su
frescura, por la espontaneidad, porque reina la improvisación de muchos de los
pelegrinos que te arrastran a intentarlo a ti también, semanas antes me diría: “yo
caminar de noche y con linterna, ni hablar”, pues bien es una experiencia
maravillosa una más de las que se viven en el camino.
Me gusta por la espiritualidad
que se encuentra en él y la propia que llega a vivir una misma.
La gente de los pueblos/aldeas
que deja vasos de agua, fruta, tiritas esa hospitalidad que hoy en día es raro
encontrar, aunque nosotras llevábamos de todo encima, menuda lista que hice
antes de empezar y mis pies me lo han agradecido estos días.
El camino me ha gustado porque me
hace sentir bien, me ha llenado de energía y de fuerza, en el percibo como el
sufrimiento físico purifica el alma y como hace crecer la felicidad.
Aun hoy tengo los nervios de cada
día por empezar a caminar y la emoción de terminar cada etapa, la sensación de
grandeza al llegar a la catedral conjugada con la pena de que ya terminara.
Después dentro de la catedral
cuando ya solo reflexionas de rodillas frente al apóstol y esperas la confesión,
momento en el que te ayudan a recordar lo bueno del camino, te dan fuerzas y te
indican lo importante que es seguir pelegrinando en esta vida, para mí un gran
consejo más que una confesión, son tantos los valores que he recordado que me inculcaron
desde pequeña, que solo espero que la nube en la que nos sumergimos cuando
regresamos a la rutina no me haga dejar de ver el camino.
Gracias Camino por todo lo que
das y lo poco que nos pides.
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